El corazón domesticado
El corazón domesticado es una metáfora que siempre me ha parecido muy sugerente e inspiradora. Realmente ayuda a las personas a darse cuenta hasta qué punto su mundo emocional está acomodado dentro de una jaula donde tiene lo necesario para vivir, pero donde sus emociones no pueden volar, y por tanto no pueden cumplir la misión que tienen en su vida.
Se me ocurrió a partir del boom de la Inteligencia Emocional, cuando empecé a percibir que algunas de las propuestas de la misma, persiguen no tanto hacer a las personas más libres y felices, sino más prisioneras de sus propias emociones, gobernadas por otras fuerzas y razones al servicio de otros intereses.
Observo mensajes muy bien elaborados que, a modo de creencias limitantes, tratan de instaurar en las personas el miedo, el odio o el utilitarista postureo emocional para animar las redes sociales: todos ellos son barrotes de la propia jaula emocional, de la domesticación del corazón.
Ayudemos con esta metáfora-ejercicio a devolver a las emociones su papel y su espacio natural, y que, como los pajarillos, vuelen libres, busquen su propio alimento, cumplan sus funciones (expresiva, vinculativa y valorativa) y se relacionen entre ellas.
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